“Repensar los fines del sistema capitalista y evolucionar hacia un mercado financiero ético” por Carla Martínez Ballart
El “Centre Cívic del Pla de Palau” de Girona ha acogido este viernes la conferencia "La economía del bien común" a cargo de Josep Mª Carbó, presidente de la asociación Economía del Bien Común Girona (EBCG).
Durante la charla, se han atendido las inconformes lógicas económicas del capitalismo actual: dónde el dinero es considerado un fin y no un medio. “Este hecho es muy importante. A menos que no consideremos su utilidad como generadora de poder y de control social, esta no es la finalidad real del dinero” ha añadido Carbó, también licenciado en Filosofía y Letras.
Des de los orígenes, el dinero se ha empleado para servir a la gente y para facilitar el flujo de los bienes entre la sociedad: tal fue la idea matriz. Entendiendo la economía como la distribución justa de los recursos disponibles para satisfacer las necesidades humanas, el poniente aseguraba que “cualquier interpretación que permita o fomente el dinero como un fin es perversa, errónea y contraria a la economía”.
Por este motivo, el filosofo ha propuesto un nuevo mecanismo socioeconómico: el modelo de la Economía del Bien Común sostenible como mecanismo para la transformación del sistema económico actual. El movimiento, que tiene sus originarias motivaciones en Alemania, tiene como objetivo prestar la economía al servicio de la ciudadanía, es decir: poner el dinero al servicio de la gente y no la gente al servicio del dinero, como sucede en el actual sistema capitalista.
El método, aunque pueda parecer una utopía, podría implantarse cambiando los parámetros de valor, es decir, pasando de valorar el PIB a valorar el producto de bien común general o pasando de usar el balance financiero a usar el balance del bien común. También dando ayuda legal o apoyo estatal a las empresas que trabajan de forma sostenible y fomentando dichos valores.
Esto significa que debe haber unos indicadores de bien común: unos criterios para decidir qué cosas son de un bien común y cuáles no. Des de la Unión Europea se ha reconocido esta iniciativa sostenible y ha establecido unos parámetros a partir de cinco indicadores: valorando si las actividades de las empresas, ayuntamientos o instituciones respetan la dignidad humana, si trabajan para la justicia social, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica y la transparencia y codecisión en una empresa. “Toda empresa que fomente estos valores se supone que ayuda a trabajar por el bien común. Aquellas que ejercen su actividad para lucrarse a costa de la dignidad humana no trabajan por el bien común. Y esto se aplica a todos los diversos actores que intervienen en esta economía.
En definitiva, se trata de concienciarnos de cómo las decisiones que tomamos a diario repercuten en el bien de todos. En la actualidad, la sociedad tiene tendencia de ver cómo las acciones individuales repercuten en el propio beneficio económico y muchas veces se antepone al bien común. Acciones cómo: comprar productos de proximidad, fijarte en el origen de los productos priorizando cuyas empresas fomenten los valores humanos y éticos, aunque sean más costosos, ya estarás contribuyendo por el bien común de todos. Reducir y racionalizar el consumo nos ayudará a acercarnos más a una sociedad sostenible, ecológica y socialmente justa que todos deseamos.
Des de los orígenes, el dinero se ha empleado para servir a la gente y para facilitar el flujo de los bienes entre la sociedad: tal fue la idea matriz. Entendiendo la economía como la distribución justa de los recursos disponibles para satisfacer las necesidades humanas, el poniente aseguraba que “cualquier interpretación que permita o fomente el dinero como un fin es perversa, errónea y contraria a la economía”.
Por este motivo, el filosofo ha propuesto un nuevo mecanismo socioeconómico: el modelo de la Economía del Bien Común sostenible como mecanismo para la transformación del sistema económico actual. El movimiento, que tiene sus originarias motivaciones en Alemania, tiene como objetivo prestar la economía al servicio de la ciudadanía, es decir: poner el dinero al servicio de la gente y no la gente al servicio del dinero, como sucede en el actual sistema capitalista.
El método, aunque pueda parecer una utopía, podría implantarse cambiando los parámetros de valor, es decir, pasando de valorar el PIB a valorar el producto de bien común general o pasando de usar el balance financiero a usar el balance del bien común. También dando ayuda legal o apoyo estatal a las empresas que trabajan de forma sostenible y fomentando dichos valores.
Esto significa que debe haber unos indicadores de bien común: unos criterios para decidir qué cosas son de un bien común y cuáles no. Des de la Unión Europea se ha reconocido esta iniciativa sostenible y ha establecido unos parámetros a partir de cinco indicadores: valorando si las actividades de las empresas, ayuntamientos o instituciones respetan la dignidad humana, si trabajan para la justicia social, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica y la transparencia y codecisión en una empresa. “Toda empresa que fomente estos valores se supone que ayuda a trabajar por el bien común. Aquellas que ejercen su actividad para lucrarse a costa de la dignidad humana no trabajan por el bien común. Y esto se aplica a todos los diversos actores que intervienen en esta economía.
En definitiva, se trata de concienciarnos de cómo las decisiones que tomamos a diario repercuten en el bien de todos. En la actualidad, la sociedad tiene tendencia de ver cómo las acciones individuales repercuten en el propio beneficio económico y muchas veces se antepone al bien común. Acciones cómo: comprar productos de proximidad, fijarte en el origen de los productos priorizando cuyas empresas fomenten los valores humanos y éticos, aunque sean más costosos, ya estarás contribuyendo por el bien común de todos. Reducir y racionalizar el consumo nos ayudará a acercarnos más a una sociedad sostenible, ecológica y socialmente justa que todos deseamos.
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